En los últimos 50 años, la producción y el consumo de alimentos en el mundo sufrieron cambios significativos con el aumento de la industrialización, el desarrollo de tecnologías de condensación, las capacidades de logística de alimentos y un aumento considerable de la demanda simbolizado por un refrigerador en cada hogar. Junto con un mayor consumo, la producción mundial de alimentos también experimentó un crecimiento exponencial para satisfacer la demanda.
Aproximadamente ⅓ de los alimentos producidos en todo el mundo se descartan, lo que equivale a 1.300 millones de toneladas por año. Los ciclos de vida de los alimentos y los hábitos de descarte varían de un país a otro, dependiendo de su nivel de desarrollo.
En los países desarrollados y en desarrollo, los alimentos comestibles tienden a ser descartados, mientras que en los países subdesarrollados, debido a la falta de capacidades logísticas, perecen antes de llegar incluso al consumidor. Sin embargo, en estos países subdesarrollados, los consumidores son más conscientes de la escasez de recursos y, por lo tanto, tienden a generar menos desperdicio en comparación con los países desarrollados.
Todos pueden hacer su parte para evitar la pérdida y el desperdicio de alimentos. Juntos, los actos de estos jugadores pueden tener un impacto acumulativo significativo en la creación de un mundo #zerowaste.
1- Medidas que los gobiernos pueden tomar
Especialmente en los países subdesarrollados o en desarrollo, la infraestructura vial es insuficiente.
Entre otros efectos, la falta de una red de transporte adecuada interrumpe la logística de alimentos y dificulta la distribución de la producción. Ante una fecha límite, ya que los alimentos son perecederos, este revés les cuesta a los productores tiempo, energía y dinero. Los gobiernos pueden ayudar a sus productores invirtiendo en la infraestructura adecuada en campos relevantes, desde la energía hasta el transporte, para permitir una distribución oportuna, fresca, eficiente en todo el país y minimizar las pérdidas.